jueves, 20 de febrero de 2014

La servilleta, el bar … el mozo

El cliente lo vio un par de veces y esta vez decidió dejarle en una servilleta su nombre con su correo electrónico. Ya por este detalle podemos darnos cuenta que hay una diferencia entre dejar un número de teléfono, un face a una dirección de correo electrónico.
Este cliente, no tan frecuente, un domingo, aburrido de esa ciudad, decidió hacer algo distinto, algo que lo sacara de esa parsimonia comodidad comodísima de no me gusta nadie.
Esa servilleta, ese mozo y ese cliente se encontraron, se besaron mucho, se acariciaron mucho. No hay nada de telenovela, no hay nada de promesas. Es una servilleta dejada en una mesa en plena esquina de domingo, de gente que se niega al ver irse las vacaciones.
No es una telenovela, es una hoja dirigida, es una historia posible, de esas que me gustan. Las formas del amor, cualquiera sean, son las mejores.
No importa todo lo que no hayan hecho estas dos personas antes. Lo que no pudieron hacer con esas personas que pasaron por sus vidas. Esas relaciones inconclusas, esas relaciones caducas, llenas de esperanzas y llenas de ilusiones contenidas.
La servilleta, el mail recibido y el encuentro programado a la madrugada, fueron y son el estandarte de cualquier pequeña historia. No importa si no se juran amor eterno, no interesa si no terminan juntos para toda la vida: ese pequeño instante al escribir en la servilleta su nombre temblorosamente, ese instante al leer aquel nombre y temblar al encontrarlo junto a la cuenta sirvieron para cambiar el rumbo.
-      -  Sos un tierno y andaba necesitando eso.
-   - Yo andaba necesitando lo mismo y caíste vos



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