martes, 11 de febrero de 2020

Hacerse/ Deshacerse/ Desarmarse



Hacerse/ Deshacerse/ Desarmarse
Ayer en el colectivo de varones nos llevamos una tarea para hacer: Preguntarnos y traer mas o menos esbozada qué creemos que es la masculinidad, o las masculinidades en plural o que es ser hombre/varón, o también qué hacerse hombre/varón. Nuestra reunión terminó en un círculo mirando dibujos de pijas que había hecho uno de nosotres. Allí nos acordábamos en ese momento de la vida donde nos la pasamos dibujando pijas o encontrándolas por todas partes. La pija parada la pija con huevos y dos pelos una pija que parece más a una planta carnosa o una pija que se parece a una concha con dos huevos. Y después alguien había estado dibujando una guarda con diferentes formas que acompañaban a un óvalo entrecortado en la libreta A3 y comenzamos a evaluar si esos firuletes no parecían pijas, flácidas, pero pijas al fin. Yo comenté que me parecía que estaba totalmente sobrevalorada la pija, que estaba totalmente sobrevalorado cojer y que cojer, en el término más llano y simple en nuestra cultura, aún hoy con todos los doctorados de deconstrucción, sigue siendo ponerla. Y yo con todos los doctorados que me gané en deconstrucción, de marika, ya no de la primera ola, pero sí una marika de la ola anterior al matrimonio igualitario, me di cuenta que sigo viviendo como si ponerla o sacarla, fuera de todos los pasatiempos el que más puntos me suma. Yo también por más marika pasiva que sea, sigo en estado de rehabilitación machista. Yo también por más que me cobije bajo el paraguas de todas las invisibilizaciones, discriminaciones y ninguneos, sigo siendo tan machista, homocentrista y superficial como todo el arco de cis varones heterosexuales con los que suelo compartir las pajas en el GyM, en la pileta o en mi casa, y obvio en el colectivo de varones. Me doy cuenta que todo el morbo que le causa el culo de una marika a un heterosexual, casado, tapado, con hijos , con cuenta corriente, empresario, psicólogo, tachero, cartonero y conductor de uber, es la posibilidad de hacer un culo. Y que nadie le gane de mano de hacérselos a ellos. Muchas veces en los sitios de levante la primera aclaración es yo te lo rompo, pero no me dejo que me lo rompan. En la aplicación gaypolvohoy.com, leo que se busca un buen par de nalgas para enlechar y siento que me hablan a mi. Pero después que hacemos la transacción, lo único que siento es que nos sacamos las ganas de acabar, de agarrarnos las pijas y de utilizarlas como obsoletos controles remotos que no tienen más pila que para ese ejercicio que hacíamos de preadolescentes en las duchas: pajearnos. En mi oficio de cronista no sé responder con tratados psicológicos o desde la nueva ciencias de las masculinidades sobre qué es ser un hombre, un varón o una masculinidad con patas. No tengo la menor idea qué es esto. Lo único que puedo aportar es una catarata de vivencias donde yo nunca fui el varón con mayúsculas, el varón con pelota de trapo en el barrio, o con pista de autos en el living. Fui seguramente un niñe con muñeca, un niñe que añoró los vestidos de su hermana y los brazos de su viejo. Y que luego de mucho tiempo ese lugar de la pequeña masculinidad quedó grabado para toda la primera juventud para saber que este mundo no estaba hecho para nosotres, sino para los hombres de verdad. Los hombres de verdad que tienen mujeres de verdad, autos de verdad, que cojen con quienes tienen que coger, y que maltratan y abusan de los hombres que no llegan a hacerlo, es decir a las mariquitas, a las chicas machonas y a les niñes. ¿Porqué sino tanto abuso a les niñes en su propias familias e iglesias? Y a las mujeres cis heterosexuales las utilizan para eso del amor, del romanticismo, para eso de la descendencia y para eso que se llama trabajo no pago. Alguna vez escribí un manifiesto marika que decía algo así como que a las mujeres les han hablado mal de las maricas, porque nos han querido poner en el medio, como si quisiéramos robarles sus hombres. No sé dónde poner la ecuación, pero claramente me doy cuenta que ser hombre, o hacerse hombre es dejar de ser mujer, dejar de ser el maricón que se pinta en la oscuridad de una casa abandonada para salir montada y a yirar por la vida, como tantas mariquitas que luego fueron nuestras reinas las travas. Ser hombre/varón seguramente es dejar de ser menos de lo que se nos pide, de lo que se espera y de lo que nosotres creemos que es para nosotres. ¿Todo género es performático? Me pregunto y recuerdo una charla en el Bachillerato con travestis que cursaban su último año. Donde me preguntaron si yo me había sentido alguna vez mujer. Estaba por sacar el certificado número 16 de deconstrucción, y esa pregunta me llegó como un flechazo punzante. No supe qué decir, entonces mientí. Supe que no iba a decir que sí. Supe que iba a dar vueltas sin decir que sí, pero diciendo que no. Y hoy me debo sincerar y decir que sí: que en mi pequeña soledad bahiense me sentí mujer, me sentí femenina, que mis mejores orgasmos adolescentes me hicieron la mejor mujer que pude en esos años. Pero que en algún momento alguien pasó al baño sin golpear y me vio con la toalla como vestido y me la sacó y me dejó moretones en la espalda, que en algún momento mi vieja llego antes de trabajar y me vio con los labios rojos y que el silencio se apoderó de nuestra relación durante años y que todo fue silencio. Y entonces decidí dejar de ser mujer. Decidí sobrevivir en mi barrio, con mis amigos, con mis compañeritos de escuela y en la iglesia. Decidí vivir y por eso decidí dejar de ser ese proyecto de mujer que nacía en mí. Pero vuelvo a mi presente y también discuto con mis amigas cis mujeres sobre cómo me camuflo para seguir decidiendo vivir en este mundo, que parecería que está más decosntruide, pero no tanto. Entonces me dicen una vez más que no se me nota tanto (lo puto) cuando estoy en onda biker, que no se me nota cuando estoy en onda deportiste. Pero sí cuando me pongo aros de argolla y todo el equipete gay friendly. Y pienso cuántos crímenes se han cometido porque se te note maricón. Recién en este 2020 comencé a leer el libro “Los hombres del triángulo rosa”. Es el testimonio de un judío en campos de concentración nazi, acusado de homosexual. El se pregunta una y otra vez cuál es el verdadero hombre, si esos ladrones que comparten celda con él y que le preguntan porqué está ahí y al decir la palabra homosexual, lo golpean y al día siguiente lo obligan contra su voluntad a hacerles sexo oral a ambos. Pero siguen insistiendo en que gente como él no debería existir en la faz de la tierra. Ser hombre/varón pues entonces es no ser mujer, mariquita, homosexual, gay, travesti, varón trans y no ser down, no tener discapacidades. Es no estar en la posición de cogido, el que se deja, al que le entra, es en todo caso la posición contraria, pero pobre de los hombres varones que elijan a conciencia ser esos otres. Pobre de aquellos amorales sexuales (según la Policía de Inteligencia), pobre de aquellos afeminados que doblan la muñeca al hablar, pobre de aquellos que osen de mirar el bulto de los verdaderos hombres: el delito seguro será que pueden provocar una catarata de deseo. En los campos de exterminio nazi, no se dejaba a los hombres del triángulo rosa acercarse a los demás internos (judíos, testigos de jehová, gitanos, ladrones, etc) porque pensaban que podrían seducirlos y convertirlos en ellos. Ser hombre varón es no convertirse en ell*s ¡Cuánto poder nos han dado a los no hombres varones en la historia de todas las calamidades! Hacerse hombre/ varón es sacarse todo la vestimenta que pueda incitar a ser femenin*. Es sacarse y secarse las lágrimas. Es no cuidarse del resfrío, del calor, del fuego, del cigarrillo, del alcohol y de las drogas, porque están hechas para machos. Es no cuidarse y no cuidar, porque cuidar ya es de madre, de empleada doméstica o de travesti que se anima a criar hijes que pretende sean su descendencias. Y los hombres varones no somos travestis, no cuidamos ni nos cuidamos. Y después vuelvo a la aplicación donde buscamos continuamente tener encuentros sexuales, y buscamos, porque todos buscamos hombres masculinos, hombres varones que no sean amanerados y desplegamos todo el odio de género: yo no busco nenas, busco machos, busco que me saboreen los huevos y la pija como hombres. Nunca he sabido a ciencia cierta cómo es saborearlo como hombre o macho. Y si se buscan cuerpos femeneizados, que sean nenas o "bien putas", con ropa de mujer, hasta hay ofrecimientos de tangas de mi mujer “que me pone loco”. Y no puedo dejar de recordar hace muchos años atrás cuando un loquito en moto llegó a casa y me dijo que le chupe la pija. Y yo sin ganas, pero sin oponerme a tal pedido lo hice y me agarró la cabeza y me hizo atragantar con una pija en la garganta. Y le saqué las manos de mi nuca y le dije que no. Y él me contestó que yo era el puto y la tenía que chupar. Pude sacarlo de mi casa, desde el fondo del pasillo porque temía aún más un escándalo en el edificio, que su propia reputación ante mí. Y no paro de pensar en qué significado tendrá tan universal el tener un pene en la boca en la historia. En "Los hombres del triángulo rosa" significaba el único lugar, en la escala de lo denigrante:lo denigrante de lo denigrante, y la consecuencia: trabajo forzados y el asesinato. Entonces también no puedo dejar de pensar que en nombre del hombre varón se mata, se viola y se conquistan territorios, mundos, mujeres y mercados. El hombre varón también se hace en medida de lo que tiene: una poronga, una billetera y sentimientos atorados en el cierre del pantalón. Hacerse hombre varón es también llegar a una edad adulta. El adultocentrismo es otra manera de ser hombre varón. Tengo cuarenta años, una tarjeta de débito y una casa. Eso es un carnet de pertenecer. Nadie me cuestiona que hago con ese dinero, en mi casa y en mi vida, me gané el carnet de masculinidad al palo. Por eso me pregunto y les pregunto: ¿Qué tan cómodos nos sentimos con lo que somos y tenemos? ¿Qué tanto nos seguimos midiendo hoy? El grado de deconstrucción, la cantidad de polvos, la cantidad de me gusta, la cantidad de. Y cuánto de todo eso es verdadero. Y después que tan en cuenta tenemos a los que tenemos cerca ¿Cuentan para nuestra vida? ¿Importa su felicidad, bienestar y buena vida para nuestra felicidad? O ¿Sólo están de adorno para nuevamente en nombre de la deconstrucción y el autocuidado, ser de nuevo el centro nosotres una vez más?

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