martes, 15 de abril de 2014

Los relatos que faltan (Especial para el SOY)

VIERNES, 28 DE MARZO DE 2014
ESPECIAL 24 DE MARZO

LOS RELATOS QUE FALTAN

Guillermo García, actual secretario general adjunto de Suteba de La Plata y militante del Partido Socialista de los Trabajadores, hace memoria sobre los años en que “la revolución no necesitaba peluqueros” y aporta algunas palabras a una historia todavía silenciada.

 Por Cristian Prieto
El 24 de marzo del año pasado me topé con su nombre: Guillermo García. De algún modo lo andaba buscando, supongo, haciendo tantas preguntas a cada militante o ex militante de los ’70 que me cruzaba en la Plaza San Martín de La Plata. Pregunté y sigo preguntando sobre el lugar que ocupó la disidencia sexual dentro y fuera de las organizaciones. Cómo se vivía entre compañeros, cuánto atentó contra la vida ser un gay, una travesti o una lesbiana de esos a los que se les nota. Entre todos los que entrevisté, la más elocuente fue Vilma Ripoll del MST, que luego de decirme que claramente había que hacer un mea culpa e integrar en las manifestaciones de cada 24 la demanda por lxs desaparecidxs en clave de la diversidad sexual, me dio la pista de alguien que la vivió de cerca: “Tenés que hablar con Guillermo García, que ahora es secretario general adjunto de Suteba - Seccional La Plata”.
Es una entrevista filmada. Nos damos cita en la misma plaza, esta vez con mucha menos gente, sólo los habitués de los días de semana, sin ningún reclamo a la vista más que atrapar un poco de sol gratis. Mientras probamos imagen y sonido le voy diciendo que intento investigar la persecución a gays, lesbianas y trans durante la última dictadura militar, y que la idea es que me cuente su experiencia. Va al punto: “Soy Guillermo García, soy docente y militante del Movimiento Socialista de los Trabajadores y también parte de la dirección de la CTA Regional de La Plata, Berisso y Ensenada. Además continúo siendo activista por la diversidad sexual”.

¿Cuándo llegaste a la ciudad de La Plata?

–En el año ’72 me vine a estudiar acá. Nací en un pueblo del interior de la provincia de Buenos Aires. Llegué e inmediatamente me relacioné con los movimientos sociales, con las luchas estudiantiles y también con las luchas obreras de la época. En ese momento yo estaba en el proceso de salir del closet, era una situación bastante agobiante, venía de un pueblo donde el puto era un objeto de ridiculización y de exclusión social. Recuerdo en el ámbito familiar escuchar que lo peor que le podía pasar a una madre era tener un hijo puto.

¿Cómo viviste tu salida del closet en la ciudad y en tu militancia?

–Los discursos que impregnaban la facultad era más bien homofóbicos. No existía ninguno de nosotros que nos identificáramos como gays u homosexuales. Pero yo sí conocí una posibilidad distinta con relación a la orientación sexual diferente porque en la organización donde militaba, que era el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), había una fuerte presencia de todas las reivindicaciones femeninas y una clara postura en contra de la represión por orientación sexual, y también discusiones abiertas con relación a las reivindicaciones del movimiento homosexual.

¿Circulaban textos, voces disidentes?

–Recuerdo un libro que nosotros consumíamos mucho, no sólo para compañeros gays de esa época sino para adentro de la militancia que era sobre la función del orgasmo, de Wilhelm Reich, donde se abordaba el tema de la sexualidad de una manera muy abierta que no estigmatizaba los comportamientos divergentes de la sexualidad heterosexual.

Pero no todas eran rosas en la bibliografía de izquierda, supongo...

–Bueno, había documentos del stanilismo como corriente política internacional, que se concretaba en el Partido Comunista argentino, que consideraba a los gays como parte de la decadencia burguesa. Habíamos escuchado a Fidel Castro decir que la Revolución Cubana no necesitaba de peluqueros. Lo que primaba en el conjunto de la izquierda era una actitud absolutamente homofóbica. Que se plasmó incluso en consignas cuando, ante los ataques que recibe de las tres A, los Montoneros, la Juventud Peronista lo plasma en una consigna: “No somos putos, no somos faloperos, somos soldados de Evita y montoneros”. Todo esto tiene que ver con la irrupción a comienzos de los ’70 del Frente de Liberación Homosexual argentino, que es un hito no sólo a nivel nacional sino internacional.

¿Qué referencias tuviste del FLH?

–Cuando yo llego a España, en enero del año ’77, es cuando el Frente de Liberación de Cataluña reivindica como fuentes programáticas documentos y elaboraciones teóricas realizadas por el Frente de Liberación Homosexual de la Argentina. Un compañero mío, militante del PST, Gustavo Zampichiatti, desaparecido en mayo del ’77, él tenía una militancia dentro del FLH. El me acercaba los folletos del FLH y recuerdo que en uno de esos había un glosario de palabras, y que esa fue la primera vez que escuché la palabra “taxi boy”, que no existía en mi universo. En ese sentido, nuestro partido, programáticamente en las elecciones del ’73, tenía entre sus demandas la liberación de las mujeres y también, como puntos en contra, la represión de la diversidad sexual y por la libertad sexual. Esto era algo absolutamente chocante, nos chicaneaban en la facultad por levantar estas consignas. Una cosa que recuerdo es que en septiembre del año ’73, cuando Pinochet da el golpe en Chile, compañerxs del FLH marcharon junto con la columna del PST de manera anónima; recuerdo en ese sentido que había que protegerlos, no era nada fácil.

¿Cómo desapareció Gustavo? ¿Pensás que su desaparición tiene alguna conexión con su homosexualidad?

–Esa es una pregunta que no sé si tiene alguna respuesta. ¿Por qué desaparece Gustavo? ¿Desaparece por ser gay o desaparece por ser militante de un partido de izquierda en el año 1977 con posteridad al golpe? Hay otra cuestión: ¿cómo era el levante gay en la década de los ‘70 cuando todo dependía de algún matiz en la mirada, en algún gesto, alguna señal? Fundamentalmente era seguir a una persona. Yo he tenido que cambiar de casa, o sea por eso: porque me sentía seguido. Yo me he llegado a preguntar en determinado momento quién era el que me seguía. ¿Un policía? ¿O era uno igual a mí que quería tener una historia conmigo? Esta pregunta se la han hecho muchos gays de la época. Yo recuerdo que acá en La Plata cambié de casa porque había un tipo que me perseguía, pero nunca allanaron esa casa. Si te seguían en ese momento, seguro que te allanaban la casa. Y éste era un tipo de la facultad, o sea que cabe la posibilidad de que lo que estaba intentando era un acercamiento de ese tipo. Durante el proceso se utilizaban a chongos para levantar y hacer desaparecer a gays. Entonces en ese contexto está la desaparición de Gustavo.

¿Por qué pensás que cada 24 no es masiva la reivindicación de lxs desaparecidxs en clave diversidad sexual?

–Yo creo que hay una dificultad objetiva que viene de la mano de la no visibilidad. Yo te contaba el caso de Gustavo, que es un caso cercano. Para mí es un desaparecido gay, porque no voy a dividir de su militancia las dos cuestiones. Pero prima en el registro oficial que es un militante de izquierda y desaparecido. Es decir que tiene que ver con la ideología. Pero también muchos compañeros anónimos, que a lo mejor desaparecieron por ir detrás de un chongo bonito, que no quedan en el registro principalmente porque no hay posibilidades de registrar eso. Entonces me parece muy importante, aunque sea de una manera muy genérica, los nombres que se puedan rescatar. Se habla de 400 víctimas de la dictadura de la diversidad sexual, me parece que hay que darle visibilidad y consolidar el reclamo por estas personas hasta ahora ninguneadas.
Yo trato de llevar cada 24 la cara de Gustavo Zampichiatti en las movilizaciones. Es importante que haya una reivindicación. El FLH desapareció con el golpe. Esa semilla fue creciendo y tuvo diferentes expresiones. El movimiento de la diversidad sexual tiene una historia riquísima en nuestro país. Son muchos los elementos que explican que hoy tengamos leyes de vanguardia a nivel internacional como la ley de matrimonio igualitario y la Ley de Identidad de Género. Tiene relación con procesos sociales muy profundos y que tienen en su raíz y en su basamento la existencia inocultable de la diversidad del deseo en la historia, y de movimientos sociales como el FLH y de organizaciones políticas que han reivindicado estos aspectos de las vidas de las personas.

¿Durante los últimos tiempos se ha llevado a cabo en Suteba algún tipo de actividad relacionada con la lucha por la diversidad sexual?

–El año pasado hicimos un taller sobre la ley de Educación Sexual Integral desde una perspectiva de género, obviamente incluyendo la diversidad sexual. Fue para todos los niveles de educación y participaron 130 docentes. En el ámbito educativo en general hay una notable apertura. El mayor obstáculo es la inercia de nuestra cultura patriarcal que se debilita ante la información y propuestas integrales. Lamentablemente no existe desde la DGCyE una política de implementación de la ley, situación que atrasa la igualdad efectiva para las minorías sexuales. Es por este motivo que hemos impulsado desde mi secretaría, para docentes de distintos niveles, el taller de ESI y que continuaremos este año con otro donde vamos a partir de experiencias concretas desarrolladas en educación inicial y primaria.

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